Poema - Cobardía de Amado Nervo

Pasó con su madre, qué rara belleza,
qué rubios cabellos de trigo garzul,
qué ritmo en el paso, que innata realeza
de porte, qué formas bajo el fino tul.
Pasó con su madre, volvió la cabeza,
me clavó muy hondo su mirada azul.


Quedé como en éxtasis; con febril premura
¡Síguela! gritaron cuerpo y alma al par.
Pero tuve miedo de amar con locura,
de abrir mis heridas que suelen sangrar
y, no obstante, toda mi sed de ternura,
cerrando los ojos, la dejé pasar.

Poema - Deidad de Amado Nervo

la deidad venus
Como duerme la chispa en el guijarro
y la estatua en el barro,
en ti duerme la divinidad.
Tan sólo en un dolor constante y fuerte
al choque, brota de la piedra inerte
el relámpago de la deidad.
No te quejes, por tanto, del destino,
pues lo que en tu interior hay de divino
sólo surge merced a él.
Soporta, si es posible, sonriendo,
la vida que el artista va esculpiendo,
el duro choque del cincel.


Qué importan para ti las horas malas,
si cada hora en tus nacientes alas
pone una pluma bella más?
Ya verás al cóndor en plena altura,
ya verás concluida la escultura,
ya verás, alma, ya verás...

Poema - El celaje de Amado Nervo

¿A dónde fuiste, amor; a dónde fuiste?
Se extinguió en el poniente el manso fuego,
y tú que me decías: "hasta luego,
volveré por la noche"... ¡No volviste!

¿En qué zarzas tu pie divino heriste?
¿Qué muro cruel te ensordeció a mi ruego?
¿Qué nieve supo congelar tu apego
y a tu memoria hurtar mi imagen triste?

¡Amor, ya no vendrás! En vano, ansioso,
de mi balcón atalayando vivo
el campo verde y el confín brumoso.

Y me finge un celaje fugitivo
nave de luz en que, al final reposo,
va tu dulce fantasma pensativo.

Poema - El día que me quieras de Amado Nervo

el busto de Beethoven
El día que me quieras tendrá más luz que junio;
la noche que me quieras será de plenilunio,
con notas de Beethoven vibrando en cada rayo
sus inefables cosas,
y habrá juntas más rosas
que en todo el mes de mayo.


Las fuertes cristalinas
irán por las laderas
saltando cantarinas,
el día que me quieras.


El día que me quieras, los sotos escondidos
resonarán arpegios nunca antes oídos.
Éxtasis de tus ojos, todas las primaveras
que hubo y habrá en el mundo, serán cuando me quieras.


Tomadas de la mano, cual rubias hermanitas
luciendo golas cándidas, irán las margaritas
por montes y praderas
delante de tus pasos, el día que me quieras...
Y si deshojan una, te diré inocente
postrer pétalo blanco ¡Apasionadamente!


Al reventar el alba del día que me quieras,
tendrán todos los tréboles cuatro hojas agoreras
y en el estanque, nido de gérmenes ignotos,
florecerán las místicas corolas de los lotos.


El día que me quieras será cada celaje
ala maravillosa; cada arrebol, miraje
de las Mil y Una noches; cada brisa un cantar,
cada árbol una lira, cada monte un altar.


El día que me quieras, para nosotros dos
cabrá en un solo beso la beatitud de Dios.

Poema - El torbellino de Amado Nervo

Torbellino en la tormenta
»Espíritu que naufraga
en medio de un torbellino,
porque manda mi destino
que lo que no quiero haga;


»frente al empuje brutal
de mi terrible pasión,
le pregunto a mi razón
dónde están el bien y el mal;


»quién se equivoca, quién yerra;
la conciencia, que me grita:
¡Resiste!, llena de cuita,
o el titán que me echa en tierra.


»Si no es mío el movimiento
gigante que me ha vencido,
¿por qué, después de caído,
me acosa el remordimiento?


»La peña que fue de cuajo
arrancada y que se abisma,
no se pregunta a sí misma
por qué cayó tan abajo;


»mientras que yo, ¡miserable!,
si combato, soy vencido,
y si caigo, ya caído
aún me encuentro culpable,


»¡y en el fondo de mi mal,
ni el triste consuelo siento
de que mi derrumbamiento
fue necesario y fatal!»


Así, lleno de ansiedad
un hermano me decía,
y yo le oí con piedad,
pensando en la vanidad
de toda filosofía...,


y clamé, después de oír
«¡Oh mi sabio no saber,
mi elocuente no argüir,
mi regalado sufrir,
mi ganancioso perder!»
 

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