Poema - Réquiem de Amado Nervo

Oh Señor, Dios de los ejércitos,
eterno Padre, eterno Rey,
por este mundo que creaste
con la virtud de tu poder;
porque dijiste: la luz sea,
y a tu palabra la luz fue;
porque coexistes con el Verbo,
porque contigo el Verbo es
desde los siglos de los siglos
y sin mañana y sin ayer,
¡requiem aeternam dona eis, Domine,
el lux perpetua luceat eis!


Oh Jesucristo, por el frío
de tu pesebre de Belem,
por tus angustias en el Huerto,
por el vinagre y por la hiel,
por las espinas y las varas
con que tus carnes desgarré,
y por la cruz en que borraste
todas las culpas de Israel;
Hijo del Hombre, desolado,
trágico Dios, tremendo Juez:
¡requiem aeternam dona eis, Domine,
el lux perpetua luceat eis!


Divino Espíritu, Paráclito,
aspiración del gran Iavéh,
que unes al Padre con el Hijo,
y siendo El Uno sois los Tres;
por la paloma de alas níveas,
por la inviolada doncellez
de aquella Virgen que en su vientre
llevó al Mesías Emmanuel;
por las ardientes lenguas rojas
con que inspiraste ciencia y fe
a los discípulos amados
de Jesucristo, nuestro bien:
¡requiem aeternam dona eis, Domine,
el lux perpetua luceat eis!

Poema - Si tú me dices: ¡Ven! de Amado Nervo

Si tú me dices: "¡ven"!, Lo dejo todo...
No volveré siquiera la mirada
Para mirar a la mujer amada...
Pero dímelo fuerte, de tal modo


Que tu voz, como toque de llamada,
Vibre hasta en el más intimo recodo
Del ser, levante el alma de su lodo
Y hiera el corazón como una espada.


Si tú me dices: "¡ven!", Todo lo dejo.
Llegaré a tu santuario casi viejo,
Y al fulgor de la luz crepuscular;


Mas he de compensarte mi retardo,
Difundiéndome, ¡oh, Cristo!, Como un nardo
De perfume sutil, ¡ante tu altar!

Poema - Si una espina me hiere de Amado Nervo

espinas que hieren
Si una espina me hiere, me aparto de la espina,
...pero no la aborrezco! Cuando la mezquindad
envidiosa en mi clava los dardos de su inquina,
esquívase en silencio mi planta, y se encamina hacia más puro
ambiente de amor y caridad.


¿Rencores? ¡De qué sirven! ¿Qué logran los rencores?
Ni restañan heridas, ni corrigen el mal.
Mi rosal tiene apenas tiempo para dar flores,
y no prodiga savias en pinchos punzadores:
si pasa mi enemigo cerca de mi rosal,


se llevará las rosas de más sutil esencia;
y si notare en ellas algún rojo vivaz,
será el de aquella sangre que su malevolencia
de ayer vertió, al herirme con encono y violencia,
y que el rosal devuelve, trocado en flor de paz!

Poema - Sonetino de Amado Nervo

Alba en sonrojos
tu faz parece:
¡no abras los ojos,
porque anochece!


Cierra -si enojos
la luz te ofrece-
los labios rojos,
¡porque amanece!


Sombra en derroches,
luz: ¡sois bien mías!
Ojos oscuros:


¡muy buenas noches!
Labios maduros:
¡muy buenos días!

Poema - Uno con él de Amado Nervo

Eres uno con Dios, porque le amas,
Tu pequeñez qué importa y tu miseria!;
eres uno con Dios, porque le amas.


Le buscaste en los libros,
le buscaste en los templos,
le buscaste en los astros,
y un día el corazón te dijo, trémulo:
"aquí está", y desde entonces ya sois uno,
ya sois uno los dos, porque le amas.


No podrán separaros
ni el placer de la vida
ni el dolor de la muerte.


En el placer has de mirar su rostro,
en el valor has de mirar su rostro
en vida y muerte has de mirar su rostro.


"Dios!" dirás en los besos,
dirás "Dios" en los cantos,
dirás "Dios" en los ayes.


Y comprendiendo al fin que es ilusorio
todo pecado (como toda vida),
y que nada de El puede separarte,
uno con Dios te sentirás por siempre:
uno solo con Dios porque le amas!
 

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