Poema - ¡Dónde estás! de Amado Nervo

¿Qué dragones, qué tarascas en alcázares dorados
te custodian, ¡oh! princesa de mis sueños incesantes,
entre cofres herrumbrosos por los genios fabricados
y repletos de zafiros, de rubíes purpurados,
de amatistas nunca vistas y diamantes titilantes?

¿Qué Merlín de seculares barbas cándidas disfruta
de tus núbiles frescuras y tus gracias infinitas
en lo espeso de una selva y al amparo de una gruta
do se cuajan los albores de cien mil estalactitas?

¿Qué delfín de aletas de oro, por las aguas ambarinas
te condujo, nauta monstruo, penetrando los cristales,
a los limbos penumbrosos de cavernas submarinas,
entre perlas margaritas y obeliscos de corales?

¿O qué silfo, audaz tenorio con belleza y con fortuna,
te llevó sobre las alas de un hipogrifo nocturno
o en las hebras cabalgando de algún haz de blanca luna
a su alcázar verde y oro del anillo de Saturno?

Dime, dime dónde moras: iré a ti con loco empeño,
quebrantando los hechizos, los conjuros y los lazos;
¡si eres sombra seré sombra, si eres sueño seré sueño,
si eres nube seré nube, si eres luz, seré risueño
rayo de alba o de Poniente por llegar hasta tus brazos!

Poema - Increpación de Amado Nervo

Que a aquél que recorriendo su ruta de asperezas
haya abrevado su alma en mayores tristezas
que mis tristezas, alce la voz y me reproche...
Job, Jeremías, Cristo, Daniel, en vuestra noche
toda llena de angustias de redención, había
un astro, el astro de una ideal teoría:
Dios vino hasta vosotros, Dios besó vuestra frente;
Dios abrió en vuestro cielo la brecha reluciente
de una ilusión...

En mi alma todo es sombra y en ella
jamás ¡jamás! titilan los oros de una estrella;
mi alma es como la higuera por el Señor maldita,
que no presta ni fruto ni sombra, que no agita
sus abanicos de hojas; sus ramas, ¡ay! desnudas,
servirán a la desesperación de algún Judas,
¡de algún ideal tránsfuga que me besó con dolo
y que por fin se ahorca desamparado y solo!

Que aquel que recorriendo su ruta de asperezas
haya abrevado su alma en mayores tristezas
que las mías, levante su voz de trueno. ¿En dónde
están los grandes tristes? ¡Ninguno me responde!
La eternidad es muda y el enigma cobarde...

Hermana, tengo frío, el frío de la tarde.

Poema - La canción de Flor de Mayo de Amado Nervo

Flor de Mayo, como un rayo
de la tarde, se moría...
Yo te quise Flor de Mayo,
tú lo sabes; ¡pero Dios no lo quería!

Las olas vienen, las olas van,
cantando vienen, cantando irán.

Flor de Mayo ni se viste
ni se alhaja ni atavía,
¡Flor de Mayo está muy triste!
¡Pobrecita, pobrecita vida mía!

Cada estrella que palpita,
desde el cielo le habla así:
«Ven conmigo, Florecita,
brillarás en la extensión igual a mí».

Flor de Mayo, con desmayo,
le responde: «¡Pronto iré!»
se nos muere Flor de Mayo,
Flor de Mayo, la Elegida, ¡se nos fue!

Las olas vienen, las olas van,
cantando vienen, llorando irán...

«¡No me dejes!» yo le grito,
«No te vayas, dueño mío,
el espacio es infinito
y es muy negro y hace frío, mucho frío!»

Sin curarse de mi empeño,
Flor de Mayo se alejó
y en la noche, como un sueño,
misteriosamente triste se perdió.

Las olas vienen, las olas van,
cantando vienen, ¡ay! ¡cómo irán!

Al amparo de mi huerto
una sola flor crecía:
Flor de Mayo, y se me ha muerto...
¡Yo la quise, pero Dios no lo quería!


Envío

La canción que me pediste,
la compuse y aquí está:
cántala bajito y triste;
«Ella» duerme, (para siempre) ¡la canción la arrullará!
cántala bajito y triste,
cántala...

Poema - Vaguedades de Amado Nervo

Como pupilas de muertos
de luz sobrenatural,
brillan los focos en los desiertos
laberintos del arrabal.

El té canta en la tetera;
fuego dentro, hielo fuera,
que resbala por la vidriera.

Paso llegan o sonoras,
resonando turbadoras,
las procesiones de las horas.

Como pupilas de muertos
de luz sobrenatural,
brillan los focos en los desiertos
laberintos del arrabal.

-¿Por qué llora ese piano
bajo el nácar de tu mano?
-Llora en él mi dolor, hermano

-¡Eh! ¡quién va! ¿quién gime o reza
en la sombra de la pieza?
-Es mi madrina la Tristeza.

Como pupilas de muertos
de luz sobrenatural,
brillan los focos en los desiertos
laberintos del arrabal.

-¿Y qué libro lees ahora
a la luz vaciladora
de la pálida veladora?

¿Alguna bella conseja
de flamante moraleja?
-Es una historia ya muy vieja...

Como pupilas de muertos
de luz sobrenatural,
brillan los focos en los desiertos
laberintos del arrabal.

Poema - Los difuntos viejos de Amado Nervo

Yo no amo a los que viven, «putrefacción andante»,
yo busco a los que moran de la ciudad muy lejos,
bajo la tierra, y amo la calva deslumbrante
de los bruñidos cráneos de los difuntos viejos.

¡Cadáveres amigos, qué calma semejante
hallar a vuestra calma! Ni compasión, ni dejos
de las antiguas penas mostráis en el semblante,
que alumbra en los osarios la luz agonizante
del sol, dándoles nimbos de cárdenos reflejos.

¡Oh muerte! ¡oh paz!... ¡Yo adoro la calva deslumbrante
de los bruñidos cráneos de los difuntos viejos!
 

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